Con el agua al cuello
* Patricio Simó Gisbert.
Por suerte, la tormenta de ayer pasó de largo. Estamos en unos meses muy peligrosos debido a las tormentas de verano que suelen venir acompañadas de granizo y que cada vez son más frecuentes y que en el momento actual causarían un daño terrible a la producción.
Durante estos meses hasta que llegue la vendimia y tengamos la cosecha en la bodega, los agricultores contenemos la respiración porque el trabajo de todo un año se puede ir al garete en cuestión de minutos. Muchos agricultores no aseguran sus cosechas debido a los altos costes que ya tienen que soportar, con lo cual los daños corren a cargo del agricultor.
Mantener la viña, como cualquier otro cultivo, supone muchas horas de trabajo y mucho dinero invertido. En el caso de la viña, todavía más. Acabo de plantar una hectárea y media de viña, concretamente de garnacha tintorera y los costes se han duplicado. En el caso del material de espaldera, los precios son el doble de caros de lo que lo eran hace un año por el encarecimiento del hierro. Si antes plantar una hectárea de viña costaba en torno a 6.000 euros, hoy vale tres veces más. Pero eso solo es el comienzo porque luego está la formación que conlleva nuevos gastos.
La Conselleria establece una línea de ayudas para la reestructuración del viñedo que cubren hasta el 50% de los gastos. Hace unos años eran del 100%. Pero la Conselleria al conceder estas ayudas no ha tenido en cuenta el alza que han experimentado los materiales y la mano de obra. El desembolso que hace el agricultor es muy elevado, teniendo en cuenta que han de pasar tres o cuatro años hasta obtener los primeros ingresos. Todo se ha disparado menos los precios que cobra el agricultor. La subida de los costes no las puede repercutir en el producto, como sí ocurre en otros sectores que automáticamente lo aplican al precio de sus servicios. El agricultor no solo no lo puede repercutir en el precio final sino que ve cómo sus productos valen cada vez menos dinero.
